Detrás de un muro de 250 metros de largo cubierto a rebosar de buganvillas, hay uno de los jardines más señoriales de Barcelona: los del Palacio Real de Pedralbes. Tan afrancesados como ingleses, un punto románticos y muy frondosos, lo cierto es que adentrarse en él nos transporta a un tiempo donde la serenidad y la majestuosidad fueron elementos determinantes del paisaje.